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lunes, agosto 29, 2005
Optimista

Y un día se despertó, y se dió cuenta que todo era un sueño. Las playas doradas solo eran cemento, las olas sólo lluvia que corría por su cara en un día oscuro, que eso que había estado viendo era solo un reflejo de sus propios deseos, del interior verde que contenía esa savia reparadora. Una savia que le permitía darse el lujo de ver el mundo con otros ojos, con un poco más de color, y de a ratos, olvidarse del gris que lo rodeaba, y de los otros esclavos que caminaban con pasos cansados, la cabeza gacha, y lo peor de todo, sin esperanza alguna.
Miró hacia el cielo, y se dijo así mismo que esto iba a terminar, que la lluvia para, y que todo lo malo tiende a transformarse en bueno. Y se prometió nunca bajar los brazos, porque justamente él, era de esa raza de luchadores incansables, de los que siempre tratan de seguir, para no caer, para buscar un algún motivo más, que les permita llegar a ese mundo de colores tan anhelado.
Juntó fuerzas, se inclinó con dificultad sobre sus rodillas, y una vez más, se puso de pie.



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